Dormirse en una moto, en marcha
¿Quién no se ha dormido alguna vez circulando como copiloto en una motocicleta? Dicho de otra manera: ¿Alguien se ha dormido alguna vez yendo como acompañante con la motocicleta en marcha?
Lo pregunto porque aunque parezca extraño, aunque parezca imposible que esto pueda suceder, realmente no lo es; es decir, no es imposible, es más, es factible, es real, y es que dormirse en una moto en marcha es un hecho que -irremediablemente- suele ocurrirme en más de una ocasión.
Sí, aunque parezca increíble, suelo dormirme detrás, en el asiento de la moto reservado al copiloto, o, como se conoce popularmente, el asiento del “paquete” (aunque realmente tampoco me gusta mucho que me llamen así) 😉
No importa si es invierno o verano, el dios Morfeo me atrapa entre sus brazos cuando le viene en gusto y me deja “KO”. Aunqueee, bueno, quizá tendría que señalar que el tiempo, es decir, la temporada del año, sí que sea un poco relevante, porque he de reconocer que suele ocurrirme con mayor frecuencia durante el verano, y es que el «calorcito» tiene bastante culpa de ello.
Bueno, y dicho esto, supongo que algunos de vosotros os preguntaréis que, ¿cómo es posible que me duerma? Es decir, ¿cómo es que no pierdo el equilibrio y me caigo? Más, teniendo en cuenta la velocidad que puede alcanzar una moto de dimensiones considerables, porque eso sí, normalmente suelo dormirme en trayectos largos.
La verdad: no sé por qué no me caigo. ¡Es todo un misterio! Aunque, supongo que el hecho de que la moto tenga respaldo ayuda a que eso no suceda, me refiero al caerme. 😉
Luego está el otro indicativo, el de los “golpecitos”, esos que le voy dando con mi casco a mi compañero de viaje mientras mi cabeza va inclinándose poco a poco conforme entro en ese estado de trance tan placentero, tan dulce; ese estado en el que vas cayendo justo en la frontera entre la vigilia y la inconsciencia.
Justo en ese momento, cuando eso sucede, cuando notas que tu cabeza ha golpeado a la de tu compañero, inmediatamente, en ese momento, recobras la consciencia y, a pesar de que tus párpados te pesan una tonelada, intentas despertarte cuanto antes, abriendo los ojos de par en par a ver si de esa manera consigues mantenerte despierta.
Pero, he de confesar que esa sensación de sueño vencido que te arrebata y te deja “más pallá que pacá”, es tan placentera que desearías que durara más tiempo, eso sí, con la seguridad de poder aguantarte y no caerte de la moto.
Es difícil explicar esa sensación de sueño que estoy transmitiendo porque cuesta verbalizar de forma clarificadora el placer que se siente cuando se experimenta esa “picazón” en los ojos, mientras intentas mantenerlos abiertos, entra la consciencia y el sueño. Mientras te va dando el solecito en la cara, y la brisa en todo tu cuerpo. No sé si entenderéis lo que estoy intentando expresar, pero si no fuera así, quedaros con la idea de que es una sensación súper placentera, de un «agustito» total.
Del mismo modo, también he de decir, que la lucha que mantienes contra Morfeo es dura, porque mira que intentas con todas tus fuerzas mantenerte alerta y consciente…, pero, pero… cuesta!
Por otro lado, también piensas: ¿se habrá dado cuenta mi compañero de viaje que me estoy durmiendo?, es decir, ¿qué pensará sobre los «golpecitos» que le estoy dando con el casco? ¿Estará enfadado por ello? ¿Estará preocupado? ¿Qué pensará?
Todo este tipo de preguntas hace que, de alguna manera, intentes estar consciente para reponerte y vencer a ese sueño tan cálido que se apodera de ti cuando estás en marcha circulando con la moto.
En definitiva, éstas son algunas de las reflexiones que quería comentar acerca de la sensación del sueño profundo y placentero que acaba atrapándote cuando menos te lo esperas mientras vas tranquilamente o a gran velocidad, por esas carreteras del mundo.